sábado, 29 de septiembre de 2012

Innovación Tecnológica y Educación (1ª Semana)


Todas las sociedades, en todas las épocas, han elaborado imágenes y valores sobre la persona del maestro y su labor pedagógica. Desde que el ser humano existe, conocemos experiencias educativas, sabemos que han existido profesores que han alumbrado, también sabemos que han dejado referentes como profesores ideales, han existido creadores de escuelas que han sido hitos para el presente.

Ahora bien, la preocupación por cómo debe ser y actuar el profesor, y cuáles deben ser las características  personales y profesionales que le configuran  como profesional son preguntas siempre abiertas.

Actualmente, se vive una  etapa de transición  y de cambio en relación con el rol del docente debido a múltiples causas, una de las más importantes, es el impacto de los cambios tecnológicos en el proceso de enseñanza y aprendizaje, los cuales han ampliado el concepto de  educación considerablemente. Por tanto, hemos pasado de un perfil profesional basado en la división de funciones a otro perfil de profesor que requiere nuevas estrategias, percepciones, experiencias y conocimientos para intentar dar respuesta a los múltiples interrogantes que se le presentan cada día.

Para ello, es necesario concebir el docente bajo otro paradigma, diferente al tradicionalmente utilizado. No se trata de definir mecánicamente, a través de un listado, las competencias del docente, es preciso desentrañar qué elementos cognitivos, actitudinales, valorativos y de destrezas favorecen la resolución de los problemas educativos, desde todos los niveles de desempeño del docente, para qué de esta manera, sea posible identificar y analizar aquellas capacidades requeridas por un grupo social determinado, en un contexto específico.

Por ello, este nuevo perfil del educador debe despertar el interés por aprender, cómo aprender y mantener al día estos conocimientos. Según Delors (1996), esto requiere una concepción del proceso de aprendizaje que facilite la adquisición de las capacidades, proporcione las estrategias más generalizables para solucionar problemas y desarrolle capacidades socio- afectivas, tales como valores, actitudes, motivaciones y emociones, puesto que éstas representan el foco más importante para lograr la competencia personal y profesional que requerirán, en el marco de la educación permanente, tanto el que aprende como el educador.

Así pues, el rol del profesor no se ve limitado a la adquisición de conocimientos y al desarrollo de destrezas, sino que también tiene una gran importancia el desarrollo de los valores.

En definitiva, para que los docentes alcancen las competencias del perfil enunciado es necesario implementar dispositivos de formación y entrenamiento que los comprometa a aumentar sus capacidades de observación, de agudizar prácticas reflexivas, de fortalecer el sentido de su propia capacitación, de desarrollar inteligencias múltiples, de atender a los valores.

Por esta razón, para definir la profesión docente que la sociedad del siglo XXI necesita, se tiene que aceptar el desafío de ampliar el horizonte cultural e intervenir activa y comprometidamente como ciudadanos en el mundo actual.

En conclusión, ser profesor es una profesión de compromiso, educar hoy es un quehacer pletórico de responsabilidades. La educación es una carrera de fondo conducida a una meta llamada utopía, es tarea compleja de toda la sociedad.


Bibliografía utilizada:

Delors, J. (1996). Informe a la UNESCO de la Comisión sobre Educación para el siglo XXI. La educación encierra un tesoro. Madrid: Santillana. Ediciones UNESCO.

Galvis, R. V. (2007) De un perfil tradicional a un perfil docente basado en competencias. Acción pedagógica. Nº 16, pp. 48-57. http://www.saber.ula.ve/bitstream/123456789/17284/2/articulo5.pdf (20/09/2012)

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