martes, 16 de octubre de 2012

La incorporación de las Tics a la educación (4ª Semana)

Como sabemos ,como consecuencia de la globalización, muchas organizaciones han iniciado la transformación de sus estructuras y procesos para hacerlos más eficientes. La incorporación y el desarrollo que han experimentado las Tecnologías de la Información y de la Comunicación (TIC) durante la segunda mitad del siglo pasado ha provocado cambios notables en las sociedades modernas, entre los que destacan el acceso a la comunicación y los nuevos modos de relacionarse entre las personas. 
 
Estos avances también se han incorporado en el ámbito educativo donde se están transformando escenarios y prácticas educativas. A menudo se justifica su uso por una hipotética contribución a la mejora del aprendizaje y de la calidad de la enseñanza; sin embargo, este argumento no ha encontrado hasta ahora un apoyo empírico suficiente ya que es extremadamente difícil establecer relaciones causales fiables entre el uso de las TIC y la mejora del aprendizaje en contextos en los que intervienen simultáneamente otros muchos factores (Twining, P., 2002; Coll, C., 2004). 
 
De hecho, las TIC no son sino instrumentos mediadores del proceso de enseñanza y aprendizaje que disfrutan, eso sí, de un claro potencial para "amplificar" sus posibilidades. Así, no es en las TIC, sino en las actividades que llevan a cabo profesores y estudiantes gracias a las posibilidades de comunicación, intercambio, acceso y procesamiento de la información mediante la tecnología, donde hay que buscar las claves para comprender y valorar el alcance de su impacto. Sin embargo, es evidente que no existe una relación unívoca entre la calidad de los recursos tecnológicos que se utilizan y la calidad de las acciones formativas que se despliegan. En realidad, los usos pedagógicos efectivos que se hacen de las TIC dependen, en buena medida, de la utilización prevista para ellos, es decir, de su diseño pedagógico. Bien es cierto que el equipamiento tecnológico y sus características propias conllevan posibilidades y limitaciones pero “es en la incidencia que tienen estos usos sobre la actividad conjunta que despliegan profesores y estudiantes en torno a los contenidos de aprendizaje donde reside la clave para analizar su impacto sobre estas prácticas y, a través de ellas, sobre los procesos de construcción de significados y de atribución de sentido que persigue la educación formal y escolar” (Coll, C., 2004: 14).

En relación a los numerosos y diversos factores pueden contribuir al desarrollo de una docencia eficaz con ayuda de las TIC, parece obvio que la contribución del profesor en este sentido es indispensable puesto que es quien finalmente diseña y desarrolla el proceso de enseñanza (Zabalza, M. A., 2003). 
 
Por lo tanto, desde el punto de vista de la investigación educativa, hay que identificar qué aspectos concretos relacionados con el profesor son clave en este proceso; dicho de otro modo, qué aspectos competenciales tienen mayor impacto en el aprendizaje de los alumnos. Sin embargo, no existe una única respuesta a esta pregunta sino que las respuestas dependen de la noción que se tenga de competencia docente. 
 
Antes de los años 70, el buen docente se definía mediante un conjunto determinado de atributos de personalidad. Más tarde, otros investigadores centraron su atención en la búsqueda de los métodos de enseñanza eficaces aunque los resultados obtenidos, a menudo contradictorios, llevaron a abandonar esta línea de trabajo. Una tercera corriente se centró en acotar el conjunto de habilidades docentes que se podían relacionar con un alto rendimiento de los estudiantes: este modelo de competencia docente define el profesor eficaz como aquél que es capaz de ejecutar, con un alto nivel técnico, un conjunto de actuaciones docentes que, según las investigaciones efectuadas sobre una metodología educativa en particular, resultan ser las más adecuadas para promover un aprendizaje mejor en una determinada metodología de enseñanza,independiente-mente de las condiciones del contexto educativo en el que tiene lugar dicha acción docente (Badia, A., 2004: 15-16). 
 
Numerosos autores se aproximan a la conceptualización del significado de competencia docente en el uso de las TIC, utilizando como fundamento la identificación de conocimientos y habilidades que los profesores deben tener para desarrollar su docencia, mediante un uso adecuado de las tecnologías de la información y la comunicación. 
 
Normalmente, este modo de concebir la docencia recibe la denominación de docente experto o también docencia experta mediante las TIC. Para este enfoque, un formador experto es el docente que tiene a la vez un conjunto altamente estructurado de conocimientos y un conjunto especializado de habilidades de pensamiento que le permiten diseñar y planificar situaciones formativas que promuevan de manera óptima el aprendizaje de sus alumnos (Badia, A., 2004: 25). Así, la fundamentación teórica de esta propuesta reside en la caracterización del docente experto de manera doble, tanto sobre la base de la naturaleza de sus conocimientos como también por la manera como se ejercen sus habilidades cognitivas y, naturalmente, por la facultad que tiene para activar los conocimientos y para aplicar las habilidades a situaciones formativas determinadas. 
 
Con la introducción de las diversas tecnologías en el aula se inició el debate -a menudo controvertido- sobre sus posibles usos y consecuencias: ¿Qué sucede cuando se incorporan actividades con TIC? ¿Cómo puede llegar a modificarse la propuesta pedagógica? ¿Qué ventajas conlleva el uso de la tecnología, sobre todo desde el punto de vista del aprendizaje? 
 
Independientemente de las respuestas que demos a estas preguntas, es obvio que las prácticas de enseñanza no pueden ser analizadas, reconocidas o construidas a partir, o principalmente, del buen o mal uso que se haga de la tecnología. Por el contrario, dichas prácticas están implicadas en las propuestas didácticas y, por lo tanto, en las maneras en las que se promueve la reflexión en el aula, se inicia un espacio de comunicación que favorece la construcción de conocimiento y se genera un ámbito de respeto, ayuda y colaboración en el difícil proceso de enseñar y aprender (Barberà, E., y Litwin, E., 2004: 18). 
 
La aplicación de la tecnología en la historia de la enseñanza es larga y se ha justificado con distintos argumentos. Dentro de paradigmas de corte tradicional, se ha podido utilizar para romper la rutina que supone abordar determinados contenidos y aumentar así la motivación de los estudiantes; en otros casos, se ha usado como ilustración o como mera decoración, a lo sumo introduciendo un nivel explicativo diferente; pero es evidente que la utilización de la tecnología como factor de motivación o como atractivo añadido sitúa las TIC más al margen que en el centro de las actividades de aprendizaje. Por el contrario, el interés principal de las nuevas tecnologías en el ámbito educativo radica en su posible contribución a la mejora de la interactividad. de tal manera que “la calidad de los entornos se cifra en la calidad de la interactividad en si misma” (Barberà, E., et al. 2002: 2). Sin embargo, hay que recordar que “las tecnologías no son neutras ni pueden separar el carácter de herramienta que tienen de las finalidades con las que se usan y tienen funciones múltiples y diversas” (Barberà, E., y Litwin, E., 2004: 11).

Por otra parte, la función que se otorgue a la tecnología también depende de la teoría de la cognición a la que adhiera el docente. Por ejemplo, si se cree que se aprende por imitación, es probable que la tecnología adopte el carácter de instrumento para ayudar a copiar el modelo que se quiere alcanzar. Si, por el contrario, se sostiene que los individuos aprenden a partir de explicaciones, el docente podrá servirse de ella de manera nueva y/o variada para dar ejemplos, comparar, establecer analogías, representar, etc. Por último, si se considera que lo primordial son las capacidades que tiene el individuo para pensar, la tecnología se convertirá en una herramienta cuyo objetivo será ayudar a desarrollar dicha capacidad. 
 
En definitiva, cabe preguntarse si el uso que se hace de la tecnología está subordinado a las concepciones implícitas de la enseñanza o si, por el contrario, son las TIC las que dominan el proceso. En este sentido, hemos visto que diversas variables ligadas al contexto inciden notablemente en el uso concreto que se hace del entorno. Esta constatación nos lleva a valorar más si cabe la importancia de la formación de los docentes para un uso experto de la tecnología: “la definición de las competencias que debe tener un profesor para el uso experto de las TIC no pueden obviar que el docente necesita poder conocer las TIC de manera contextual con su uso aplicado en el campo educativo y formativo” (Badia, A., 2004: 44).

Bibliografía utilizada. 

Cañada Pujols, M.D. (2012) Enfoque docente de la enseñanza y el aprendizaje de los profesores universitarios y usos educativos de las TIC. Revista de Educación. Nº 359, pp. 388 – 412. http://www.revistaeducacion.mec.es/doi/359_099.pdf

Coll, C. (2004). Psicología de la educación y prácticas educativas mediadas por las tecnologías de la información y la comunicación: una mirada constructivista. Sinéctica, 25. Recuperado el 26 de octubre del 2009, de: http://portal.iteso.mx/portal/page/portal/Sinectica/Historico/Numeros_anteriores05/025/25%20Cesar%20Coll-Separata.pdf

Gonzale Mariño, J.C. (2008) TIC y la transformación de la práctica educativa en el contexto de las sociedades del conocimiento. Revista de Universidad y Sociedad del conocimiento. Vol. 5, nº2 http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=78011201003

 Zabalza, M. A. (2003).  Competencias docentes del profesorado universitario. Calidad y desarrollo profesional. Madrid: Narcea. 

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